"Cuando
no se tienen ganas de escribir en tu blog, no escribas, no te fuerces"
Es lo que recomienda una experta en blogs. Y mi problema no es ese, ni
mucho menos. A mi me apetece, me gusta contar lo que se me pasa por esta
mente, constantemente. Y me digo (por lo general en la ducha, que yo no
canto, pero pienso mucho) "mira, esto puedo comentarlo en mi blog".
Mi
problema no es ese, es encontrar el momento apropiado y, sobre todo,
que se den las circunstancias apropiadas para poder escribir. Cosas tan
tontas como que el ordenador esté cargado, mis hijos se hayan dormido o
mi querido marido se pueda quedar con ellos "unos momentitos" como dice
mi hijo, que es un tiempo superior a un momento y menor a un rato.
Y
ultimamente, no paramos de celebraciones, "eventos" y rarezas diversas
no previstas, que son las que más me gustan, porque no controlo mucho.
Pero he llegado y voy a intentar aprovechar los momentitos con varias entradas en mi blog.
Lo
primero de lo que quería hablar es de un libro que recomiendo. Me lo
regaló mi hermana mayor, y se llama "Los diez hábitos de las madres
felices" de Meg Meeker. No he podido leerlo entero aún, en parte porque
se lo dejé a mi madre que ella se los lee en una sentada y me lo ha
destripado un poco. Pero lo recomiendo. La autoestima de las mamás, ya
sean amas de casa o trabajadoras, saldra altamente reforzado.
Una
de las cosas que menciona es la constante competencia que tenemos las
mujeres entre nosotras. Es algo de lo que no somos conscientes muchas
veces, pero podemos comprobar si nos vemos con cierta objetividad.
Las
revistas femeninas, en parte nos hacen competir, la sociedad nos invita
a competir, pero sobre todo, lo transmitimos de madres a hijas.
Es
curiosos porque mi madre me lo comentaba y me decía que ella ya había
superado esa fase...¡Ja! Esa fase muy raramente se supera, podemos
controlarla y luchar contra ella, pero a mi madre, que es una de las
personas a las que más le gusta ir arraglada y monisima (cosa que me
parece perfecta), le cuesta mucho no competir con sus hermanas, y sobre
todo, comparar a sus hijas con otras hijas. Claramente tiene poco por lo
que competir, porque tiene a los hijos mejores del mundo (orgullo
patrio).
Pero
es que es la realidad. EL mérito no es nuestro y está mal que yo lo
diga, pero el mérito es de nuestros padres y de la gente de la que nos
hemos rodeado. Y eso que yo he sido y soy de lo peorcito de la familia,
porque me costó encontrar mi camino, estaba un poco escondido.
Pero
las mujeres competimos constantemente, por ir arregladitas, monas,
delgadas, morenas, con un corte de pelo que nos favorezca, un carrera
buena, que de un buen trabajo, si éste es de responsabilidad, cúanto
mejor, la mejor casa, la mejor decorada, el novio más salaó, más
educado, más majete, con un buen trabajo, que sea buen padre, buen
amigo, buen marido, que ayude en casa y con los niños, que cries bien a
tus hijos, cuides a tu familia y amigos sin descuidar tu aspecto ni tu
trabajo, por supuesto... ¡es agotador!.
Cuando
nos convertimos en madres, la cosa es todavía peor, porque competimos
con nuestros hijos contra otros hijos (por supuesto, ninguno de los dos
sabe que competimos con ellos y además les da absolutamente igual).
Cúantas veces he oido comentarios del tipo "¡¡¿que tu niño ha dejado ya
el pañal?!! Y al llegar a casa, ponerle al niño en el orinal y tenerle
alli un buen rato a ver si hace lo que el otro niño. Por supuesto, tu
hijo, que como todos tiene su ritmo, no solo no decide hacerlo en el
orinal, sino que como premio a la cabezota y ridicula de su mamá, le
deja el bonito presente en la alfombra del salón. No, no me ha pasado,
pero me han pasado cosas semajantes por la tontería de competir. Ahora
que con el tercero no compito tanto, no sé si soy más feliz pero ya me
da igual el ritmo que lleve.
Y
una de las cosas de las que habla el libro, es de que, por ejemplo, a
tu hijo no le importa que tengas tipazo, porque el lo que quiere es que
estés con él, te quiere como eres. Es el amor más incondicional que
existe. Te quiere así, sin más ni menos.
Si
dejamos de competir, empezamos a "pasar" más del qué dirán, seremos más
felices. De hecho, las mujeres que aprenden a no competir, suelen ser
mucho más felices, porque empiezan a disfrutar de lo que tienen, incluso
de lo que no tienen.
Y
es otra de las cosas buenas que tiene esta crisis medio mundial que nos
aterra... no tenemos que competir, solo sobrevivir lo mejor que
podamos, y no tenemos tiempo ni dinero para cosas accesorias, solo lo
importante.
¡Que viva la no competencia!