sábado, 9 de mayo de 2015

Vivencias que se recuerdan


Ayer oía a mi marido contarle por decimoquinta vez el cuento que le lee por las noches. Así es mi hijo menor: si hay un cuento que le gusta quiere oirlo tantas veces que tenemos que esconderlo para no volvernos locos.
Es más, he de reconocer que me he pasado a la era digital hasta para eso y le pongo mini cuentos, tipo los tres cerditos, en video con mi movil. Oía a mi marido leerselo con bastante más ganas que las que le leo yo y pensaba que eso son las cosas que los niños recuerdan toda la vida. Eso a la que no damos mayor importancia los adultos pero los hijos si, puesto que aunque digan que hasta cierta edad los niños no tienen recuerdos, yo no estoy muy segura.
Mi marido recuerda cómo acompañaba a su padre cuando iba a trabajar los fines de semana. O cómo dormía la siesta con él durante el verano. Y recuerda cómo su madre le llevaba a casa de sus abuelos y cómo su abuela le tenía preparadas sus galletas con nata.
Yo recuerdo cómo mi padre nos llevaba al parque cercano a casa y cogíamos piñas con un paragüas, esa etapa en la que pensaba que mi papi era altísimo. Y recuerdo cuando algunos fines de semana alquilabamos una peli, comprabamos palomitas y la veíamos en casa. Todo un clásico porque poner de acuerdo a 5 niños para alquilar una peli debía ser complicado.



Mis hijos no sé si tendrán grandes recuerdos. Supongo que algunos si, pero creo que al final recordamos pequeños momentos que disfrutamos, para bien o para mal. Aunque en la mente de un niño, la mayoría, salvo que haya pasado una gran desgracia, recordamos los buenos momentos.

Y no sólo en familia. También recordamos momentos con nuestros amigos, nuestra pandilla. Esos juegos en las calles, en los que no necesitabamos pantallas de moviles ni fotografiar todo para saber que lo habíamos vivido. Las peleas, carreras, juegos de moda, los primeros dramas adolescentes.
Lo que ocurre es que con los amigos, de repente crecemos y desaparece, aunque conservemos los amigos. La vida nos lleva por derroteros distintos y es complicado compartir muchos momentos. Lo cierto es que me da un poco de envidia aquellos que viven cerca, y pueden verse más asiduamente. Pero la familia siempre está ahí, o debería  estarlo.

No debemos dejar que la vida diaria, la vida tan apresurada que llevamos hagan que nuestros hijos tengan que recurrir a youtube para recordar que tuvieron infancia y que sus padres si estaban en ella.