sábado, 1 de febrero de 2014

De una mamá bloguera a otra

 Hace unas semanas, a través de una mamá del cole llegué a un blog de una madre americana, que describía en dos "entradas" al blog lo que es mi  vida como madre ultimamente. 

 En una, los continuas riñas y gritos que les proporcinamos a nuestros queridos hijos con nuestras exigencias, que chocan con su mundo niño. Y en parte es debido a las distracciones que creemos importantes, como estar pendientes de un móvil, de una agenda, del trabajo, del ordenador. En mi caso, el movil y las llamadas, solo me quitan un poco de tiempo (excepto las llamadas diarias a mi madre, que reconozco, cada vez hago menos porque mi peque se pone celosillo y con razón). 

Pero lo cierto es que mis quehaceres diarios si son un horror. Es que no me da tiempo, cada vez me organizo peor, no llego a nada y lo pago con mi peque, o con los dos mayores, que solo quieren jugar, comer y que estemos con ellos todo el rato. 
Ya hace tiempo conté que para ellos el simple hecho de estar con ellos en el salón mientras ellos veían unos dibujos animados es motivo de paz y de alegría. Mi hijo mediano, amor en estado puro, me dice "mamiiii, que te quiero mucho, ¿te puedo dar un abracito?", mi peque animado por lo que hace su hermano, me repite como lorito lo mismo. El mayor, me cuenta de repente algo que le ha pasado en el cole, o algo de sus amigos, o historias que se les pasa. 
Muchos días de verano, es eso lo que hago: nada. O todo, porque para ellos es importante.

Y es que a veces, para ellos lo importante es que no tengamos nada que hacer más que estar con ellos. No que la lavadora esté tendida, la comida ya preparada o la librería sin polvo. Sólo que estemos ahí. Y es cierto que la vida diaria no nos da para más. Y no hablo de tiempo da calidad, tiempo de cantidad, cosa que me parece un tremenda tontería. Los niños necesitan tiempo. Yo creo que pocas son las madres que después de estar un día entero en una oficina, tienen planeada una actividad ludica perfectamente planificada para sus hijos y estén amables y dispuestos para ellos.

Desde entonces, intento no regañarles por no ser adultos, se simplemente niños, mis niños, y unos niños maravillosos, que me roban las fuerzas, pero que les doy encantada.